El actual auge del arte sonoro, pero sobre todo de la escucha como actividad artística con pleno derecho, tiene una enrome deuda con este libro del canadiense Murray Shafer The Tuning of the World, creador del paradigma ecológico de la audición y responsable de acuñar el término paisaje sonoro; convertido en campo inédito de estudio y de práctica.
Este es el primer libro que se escribió sobre el paisaje sonoro como objeto de estudio. En realidad no es un libro de arte sonoro y hay que subrayarlo para poder apreciar sus auténticas aspiraciones. Por un lado, se nos presenta un sistema y una filosofía de la escucha como instrumento de investigación del entorno, y por otro una teoría del sonido como dato del mundo. Un dato rico y especialmente complejo que emana de la actividad de la naturaleza y de las poblaciones que lo habitamos, susceptible de un análisis sistemático. Escrito originalmente en 1977, el texto adquirió hasta este siglo la relevancia que no tuvo en su momento, aunque ello no signifique necesariamente que es realmente leído por los músicos y artistas que en la actualidad realizan su trabajo cobijados por las categorías de escucha y paisaje sonoro.
A diferencia de otras concepciones de la escucha que maduraron durante la segunda mitad del siglo pasado —en las que se propugna por una apertura aural basada en la voluntaria intensificación afectiva de la audición— y que, en cierta forma, son la base de muchas experimentaciones sónicas actuales, la escucha que propone Schafer tiene unos objetivos y presupuestos muy distintos. Ante todo, la concibe como el trabajo de redirección de los instrumentos de audición que tenemos a la mano, empezando por nuestros propios oídos, para llegar a una clarividencia auditiva o “clariaudiencia”. En el fondo es muy distinta, e incluso en ciertos casos contraria, al de otras prácticas y teorías de la escucha, como la que proviene de John Cage y su “música no intencionada”, o de Pauline Oliveros y la “escucha profunda”. Aunque hay una clara estetización de lo que se oye, para Schafer escuchar paisajes sonoros no es un acto artístico, sino un acto ecológico y hasta antropológico, que debe orientar acciones de índole pedagógica, urbanística e incluso podríamos decir de salubridad.
Reconocer el mundo a través del sonido y nuestro lugar dentro de él es el primer paso para prevenir la desaparición de ciertos entornos. En particular los que todavía no se han sumergido en la anarquía industrial y el estruendo metropolitano, una vez que han sido descompuestos nuestros oídos en virtud de la esquizofrenia sónica, la locura del oído que Schafer denomina “esquizofonía”. Este término proviene de la ruptura que la fono-fijación, la radiofonía y las telecomunicaciones en general producen en la unidad primordial que existe entre los sonidos y las fuentes que le dieron origen.
El libro aborda todos estos tópicos y va construyendo sus objetos de estudio utilizando espléndidos pasajes literarios en la primera parte, para llegar a la segunda más abiertamente didáctica, donde nos ofrece un método y una tipología que nos permitirán hacer una descripción más adecuada a los fines de comprensión y visualización analítica de un paisaje sonoro. Así, se nos conduce a una estricta conceptualización sobre la actividad sonora de un paisaje, en tanto índice específico de la realidad con la finalidad de hacer correcciones acústicas al entorno: diseños sonoros ecológicos.
Para Schafer el sonido está irremediablemente ligado a sus fuentes de emisión y depende de ellas. La tarea del ecólogo acústico es la de reconocer estos vínculos, comprenderlos e interpretarlos. En ese sentido representa una visión monista y totalizante del paisaje sonoro, completamente opuesta a la que se deriva de la música concreta, en especial a los desarrollos acusmáticos más radicales como es el caso de Francisco López, quien ve en esta idea ecológica del sonido un impedimento a las facultades imaginativas y creativas tanto del artista como de la audiencia, que deberían desenvolverse por fuera de las ataduras causales
Comments